Nuestras emociones, al igual que nuestros pensamientos, influyen directamente en nuestra fisiología. Influyen en nuestro estado hormonal, nuestro sistema inmunitario, la producción de neurotransmisores e incluso la expresión genética.
Pero, ¿cuál es el vínculo entre las emociones y la enfermedad? Descifremos el mecanismo que lleva de la emoción a la enfermedad.
El impacto de nuestros pensamientos y emociones en nuestro cuerpo
Tanto nuestros pensamientos como nuestras emociones afectan a nuestra fisiología, pero no con la misma intensidad.
Por término medio, tenemos 70.000 pensamientos al día, es decir, casi un pensamiento por segundo. Pero nuestros pensamientos tienen una influencia moderada en nuestra fisiología.
Lo que tendrá una influencia mayor son nuestras emociones.
Nuestros recuerdos más vívidos e importantes suelen ser los asociados a acontecimientos significativos y emociones intensas, ya sean agradables o desagradables. El hecho de que haya una emoción conduce a la cristalización, que inscribe los recuerdos en la memoria. Es un poco lo mismo desde el punto de vista fisiológico. Una fuerte emoción negativa hará que el cerebro cristalice una manera de funcionar, y esto es lo que puede conducir a la enfermedad.
Los distintos tipos de estrés
Todos hemos vivido situaciones que nos hacen sentir incómodos, sobre todo cuando interactuamos con otras personas: un intercambio tenso con un colega, cliente o superior, una discusión con un familiar o amigo, o incluso una agresión verbal en la calle… Estos acontecimientos pueden dejarnos una desagradable sensación de malestar. Esto puede traducirse en emociones fuertes como la ira o la ansiedad. También puede desembocar en resentimiento y animadversión. El hecho de sentirnos mal es interpretado por nuestro cerebro como estrés. Para algunas personas, este estado de estrés sólo durará unos minutos y, una vez terminada la interacción, podrán seguir adelante inmediatamente. Para otras, puede llevar unas horas o incluso esperar hasta el día siguiente para pasar a otra cosa. Esto se conoce como estrés agudo. La reacción emocional es intensa, pero no duradera. El incidente se olvida rápidamente y no afecta al organismo.
Pero en algunos casos, el estado emocional negativo persistirá en el tiempo, durante varias semanas, meses o incluso años. De este modo, la fisiología del individuo se ve sometida a un desagradable estado de agresividad durante mucho tiempo. El resultado es un estrés constante, conocido como estrés crónico. El estrés crónico es problemático, y actualmente se considera una auténtica patología.
En una situación de estrés crónico, las glándulas suprarrenales se ven obligadas a producir cortisol. Este cortisol influye en nuestros niveles de azúcar en sangre y, por tanto, en nuestra insulina. Esto repercutirá en nuestro sistema inmunitario, que tenderá a debilitarse. Por último, el estrés crónico también puede provocar un descenso de los niveles de serotonina. Estas reacciones fisiológicas debilitarán el organismo y favorecerán la aparición de enfermedades.
La interpretación que hace nuestro cerebro de las emociones
Cuando sentimos algo agradable o experimentamos emociones positivas, nuestro cuerpo se expande, se calma y se abre. En cambio, las emociones negativas y desagradables hacen que se cierre. Te sientes oprimido, atacado. Cuando nos atacan, nuestro reflejo es defendernos.
Así que, dependiendo de cómo interpretes una situación determinada, tu cerebro puede interpretar una emoción negativa como una agresión. El cerebro no distingue entre lo virtual y lo real. Tampoco distingue entre pasado, presente y futuro. Esto significa que si sigues experimentando una fuerte emoción tras un suceso que ocurrió hace años, o temes algo que podría ocurrir mañana, tu cerebro lo asimila como realidad. Entonces pone en marcha un mecanismo de defensa que puede desembocar en el desarrollo de una enfermedad.
Los 3 factores que favorecen la transformación de una emoción en enfermedad
Para que una emoción desencadene una enfermedad deben concurrir tres factores:
- La intensidad de la emoción: cuanto más fuerte es la emoción, mayor es el riesgo. Puede tratarse de un choque emocional, algo muy fuerte, pero no tiene por qué ser brutal. Puede tratarse, por ejemplo, de una emoción generada por algo constante, que se vive a diario, y que pesa cada vez más sobre uno, llegando a ser demasiado fuerte.
- El aislamiento: Estar solo, o sentirse solo, incluso en presencia de otras personas, le hace vulnerable. Cuando se está con otras personas, cuando se está cohesionado, se es mucho más fuerte. No poder confiar en otras personas y dejar salir las emociones negativas aumenta la probabilidad de que las emociones se conviertan en enfermedad.
- La sensación de estar en un callejón sin salida: Tener la sensación de estar en un callejón sin salida, de no tener ninguna solución, ni física ni intelectual, incita a nuestro cuerpo a reaccionar fisiológicamente. En una situación de impasse, el cerebro sentirá la necesidad urgente de encontrar una solución para defenderse. Adaptará la expresión genética del cuerpo para que pueda reaccionar ante esta situación problemática.
Es a través de este mecanismo de nuestro cerebro y de la concordancia de estos 3 factores que las interacciones fisiológicas comenzarán a producirse una tras otra, favoreciendo el desarrollo de enfermedades.
¿Qué es la expresión génica?
Es la capacidad de nuestro cuerpo para adaptarse rápidamente a los cambios de su entorno. En concreto, entre los genes que poseemos, algunos se activan, otros se desactivan, mientras que a otros se les amplifica o ralentiza su expresión. Este mecanismo permite a nuestras células desarrollar nuevas funciones o modular las existentes, acelerándolas o ralentizándolas, para optimizar nuestra adaptación a las condiciones externas.
Cómo limitar los efectos de las emociones en nuestra salud
Para limitar el impacto de las emociones en el cuerpo, es importante mantener un estilo de vida saludable. Cuidar la alimentación, dormir lo suficiente, hacer ejercicio con regularidad y dedicarse tiempo a uno mismo son factores que pueden aliviar y calmar el organismo en un estado de estrés.
Pero para obtener un alivio real y evitar que la emoción cristalice, es importante tratar el problema en profundidad. Al reducir la intensidad de la emoción que sientes, reducirás las posibles repercusiones y el riesgo de desarrollar enfermedades. No dudes en buscar ayuda profesional.